Tendencia Actualizante
Todos disponemos de la posibilidad de ser felices y sentirnos plenos con nosotros mismos y nuestro entorno a cada momento. Pero muchas veces nos encontramos ante situaciones que retrasan nuestro crecimiento personal. El hecho de decidir traspasar la línea de la dificultad y usar el problema como oportunidad de aprendizaje pone en movimiento lo que Carl Rogers llamó la tendencia actualizante. Este concepto es uno de los fundamentos de la teoría del enfoque centrado en la persona. Rogers sostiene que todos los seres vivos (humanos, plantas y animales) tenemos una tendencia innata hacia la actualización. Él se refiere a ello como la tendencia hacia ser lo mejor que podemos ser en este momento de tiempo y espacio, aun cuando las condiciones no sean propicias de este proceso. Según la, cada persona posee dentro de sí mismo todo lo que necesita para crecer y, por tanto, para desarrollarse y ser feliz. La tendencia actualizante siempre se induce al movimiento y es un proceso constante. La decisión de transformar las cosas está en la disposición de cada uno de nosotros. La percepción que tengamos de nuestra realidad es algo temporal y como tal, necesita de una revisión constante para su ajuste a las circunstancias cambiantes.
El primer gran paso consiste en parar y observar. Los momentos de introspección nos proporcionan un entendimiento mejor de uno mismo y de la situación en la que nos encontramos.
El segundo paso es la aceptación. El acto de aceptación abre ante nosotros una perspectiva más amplia y con ello una mirada más ecuánime. Solo aceptando las cosas como son estaremos en las condiciones de desplegar la tendencia actualizante y todas posibles formas de transformar lo que ya no nos sirve.
El tercer paso es abrirse a lo nuevo. Cuanto más experimentas, más se verán enriquecidas tus formaciones neuronales y por ende, más creativa e innovadora se volverá tu forma de pensar.
El cuento de la vaca ilustra lo aquí expresado:
Un maestro de gran sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias. Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: “En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?” El señor calmadamente respondió: “amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.”
El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, miró su fiel discípulo y le ordenó: “Busque la vaquita, llévela al precipicio y empújela al barranco.” El joven espantado vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Más como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años. Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con auto en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.
El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático. El joven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita): “¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?”.
El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora
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